Crisis financiera en la Iglesia Católica de Uruguay: Escasez de fieles y aportes desafía a la fe

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Crisis financiera en la Iglesia Católica de Uruguay: Escasez de fieles y aportes desafía a la fe
La iglsia católica enfrentando el desafío de revitalizar la economía en un contexto de fe menguante. Fotografía por Martina López para Salto Al Día.

En el Uruguay contemporáneo, la Iglesia Católica se halla en una encrucijada que pone a prueba tanto su solidez económica como la fe de sus seguidores. Con alrededor de 550,000 personas que se identifican como creyentes católicos, la mayoría perteneciente a estratos socioeconómicos medios y altos, la institución religiosa se ve confrontada por desafíos que van más allá de lo espiritual. Según una encuesta encargada por la iglesia en 2018, a pesar de contar con casi medio millón de católicos en una ciudad de 1.4 millones de habitantes como Montevideo, la participación activa y la contribución económica de los fieles es mínima.

Un informe reciente enviado a los feligreses y publicado por Búsqueda, reveló que solo un 8% de los que se identifican como creyentes está involucrado en las actividades de la iglesia. Esta falta de participación activa subraya las dificultades económico-financieras que enfrenta la institución, que se sustenta principalmente a través del Fondo Común Diocesano y de Iglesia de Todos. Estos mecanismos de colecta, aunque cruciales, no logran cubrir las necesidades financieras que la iglesia tiene en el presente.

El epicentro de esta crisis se localiza en la arquidiócesis de la capital uruguaya, donde el arzobispo Daniel Sturla, nombrado en 2014 por el Papa Francisco, busca redefinir el papel de la iglesia en la sociedad. A casi una década de asumir su rol, Sturla ha solicitado a los párrocos de las distintas comunidades eclesiásticas identificar oportunidades, dificultades y amenazas en la realidad del país. La meta es clara: ser una iglesia que resuene en la sociedad plural, que pueda dialogar sin pretensiones hegemónicas pero que mantenga firme su misión de anunciar a Jesucristo y las implicancias éticas de su seguimiento.

Parroquias enfrentan una disminución de fieles, reflejando una crisis de fe y financiera. Fotografía por Martina López para Salto Al Día.

Montevideo, con sus 83 parroquias y cerca de 100 entre iglesias públicas y capillas, refleja una disminución palpable en la participación de los jóvenes. Muchas parroquias carecen de niños en catequesis y grupos de adolescentes o jóvenes activos. Los colegios católicos, por otro lado, enfrentan dificultades para evangelizar y hallar personal para las obras católicas y educativas. Esto, sumado a la “ignorancia religiosa” generalizada que identifica Sturla, y un “escaso conocimiento de las verdades fundamentales de la fe” por parte de los creyentes católicos, delinea un panorama desafiante.

La crisis financiera no es un fenómeno reciente. Ya en 2014, cuando Sturla asumió como arzobispo, el déficit de la institución era de más de USD 400,000 al año. Los ingresos no cubrían ni un tercio de los gastos, y aunque se logró reducir ese déficit a la mitad en un año, la situación financiera sigue siendo precaria. Una auditoría interna reveló un déficit de USD 400,000 en un presupuesto anual de USD 1.2 millones, una brecha que antes se cubría con donaciones de organismos internacionales como Cáritas, Ayuda a la Iglesia que Sufre o Adveniat.

La menguante fe reflejada en las bancas vacías de las parroquias uruguayas, un desafío persistente para la Iglesia Católica. Fotografía por Martina López para Salto Al Día.

Sin embargo, con la mejora de la situación económica de Uruguay, estas organizaciones han priorizado destinos más carenciados, exacerbando el déficit financiero de la iglesia. En Salto, la situación es aún más desoladora. Según informaron a Salto Al Día allegados católicos, la mayoría de las parroquias carecen de fieles, presentando un panorama desolador.

La Iglesia Católica en Uruguay, al igual que en muchos otros lugares, enfrenta una coyuntura que demanda una reflexión profunda y posiblemente una reinvención. Las estrategias para revitalizar la fe, aumentar la participación de los fieles y solucionar los problemas económicos son imperativas para garantizar la sostenibilidad de la iglesia en el largo plazo. La resiliencia de la fe y la capacidad de la iglesia para adaptarse a las nuevas realidades sociales y económicas, serán cruciales para superar los desafíos actuales y futuros.


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